Poetas anónimos se arremolinan alrededor de las 12 en torno
a la Sala Orive, expectantes ya por tener entre sus manos un ejemplar del libro
en el que figuran algunos de sus versos. Hace calor y se resguardan a la sombra, aprovechando para charlar e intercambiar versos. Muchos se reconocen entre sí. Benjamín Prado, uno de los miembros del Comité
de Selección de Anónimos 2.0, charla con algunos de ellos y comenta qué ha
supuesto para él la experiencia de leer poemas tan diversos. Los libros aún
esperan en cajas (también a la sombra) hacerse con un dueño que se los lleve a
casa para que los poetas sin nombre pasen por fin a tener un hogar en la
estantería, pero no será hasta que concluya la presentación, en formato de
charla, cuando se repartan entre los asistentes.
Fotografía de Lola Araque
Resulta complicado intentar resumir las reflexiones que se
intercambiaron cuando las puertas de la Sala Orive por fin se abrieron y el
público ocupó las sillas y Rafa Jurado, de El Dispensario, comenzó a sugerir
preguntas a un lado (Benjamín Prado) y a otro (Ana Castro, anónima y gestora de
las redes sociales de Cosmopoética), porque las respuestas fueron tomando forma
de conversación y el 2.0 derivó en la poesía, más allá de los formatos. “Con
los poetas pasa como con los descubridores: no buscan, encuentran”, advertía
Benjamín Prado mientras Ana Castro recalcaba que lo mejor de la iniciativa
Anónimos no es que haya dado como resultado un libro precioso, de maquetación
cuidada, sino que los distintos #cosmoanonimos participantes se hayan
encontrado entre sí, primero en las redes y esa mañana por fin en persona. Al
fin y al cabo, uno no sabe lo que ha escrito hasta que no lo muestra y ese
empujoncito para alzar la voz lo daba el micrófono que esperaba junto al atril
la subida de algunos de los poetas (ya con nombre) incluidos en el libro para
leer sus poemas.
Fotografía de Lola Araque
Se habló del entusiasmo, de los formatos (“el soporte no
condiciona el talento”, sentenciaba Prado), de la valía del retuit, de la
posibilidad de evitar el aislamiento y la soledad de la escritura con las redes
sociales, de la aspiración constante a llegar a publicar un libro, de la
importancia de trabajar los textos y leer mucho… porque Internet no se trata
sino de una herramienta más, de un añadido. Muchos términos relacionados con el
2.0 se nombraron a lo largo de esta conversación que alcanzaba los 50 minutos:
tuit, “me gusta”, Facebook page, retuit, etc., para que, hacia el final, tan
solo importara hablar de poesía en sus términos más generales. “La poesía
está en todo lo que merece la pena”, precisaba Benjamín Prado, al tiempo que
Ana Castro se apresuraba a matizar “y en lo que no merece la pena también”.
Pedro Torres, uno de los Anónimos, durante su lectura. Fotografía: Lola Araque
Ello lo confirmaban los versos de Amalia Gómez, que se inmiscuían por entre el dolor de la piel y la
certeza, Jorge Sánchez, que recordó
que escribir poesía es hablar de uno mismo, y Pedro Porres, un padre que lee orgulloso delante de sus hijos
mientras rememora una playa, y los tuits de María Sánchez, jovencísima y bella, con su boca hecha pecera y un
amasijo de pájaros encerrados en el pecho, todos ellos Cosmoanónimos
orgullosos, al igual que los demás que deambulaban por la sala y que tras la
lectura se apresuraban a saludarse entre sí diciendo “yo también soy un anónimo”.
Al terminar el acto, entre la premura por hacerse con el
mayor número posible de ejemplares del libro, aún resonaba en la mente de todos
una frase inesperada que se le escapaba a Ana Castro en medio de la charla: “Lo
mejor de Cosmopoética no es el cos,
sino el post”.
Pálida señorita del paraguas
PD: Pedimos disculpas por no haber retransmitido el acto vía
Twitter, pero la pálida señorita se había pasado al lado de la
realidad no cibernética para hablar del 2.0. de Anónimos. A través de FB nos
sugieren el streaming. Lo apuntamos para la próxima. Por cierto, ya tenéis disponibles las fotos del evento en FB.
PD (bis): Reflexión pictórica del post-charla, con sello Lola Araque: