Ayer, una semana después de inicio del silencio cósmico, llegaban los datos. Afluencia, balances, presencia en redes... Sí, una semana más tarde del día después, porque con el acto de clausura no se acaba la actividad cósmica sino que toca sacar números, terminar de cumplimentar datos, ponerse con la memoria y los informes... Los poetas invitados vuelven a su hogar mientras el cosmoequipo, en casa o en la oficina, intenta recuperar horas de sueño y regular su alimentación, aún con el hombre del paraguas en la cabeza. Algo más tarde, acontece el silencio y la extrañeza pero la primera reacción es la alegría extrema, el júbilo. Por eso, justo cuando las luces se encendían dando fin al acto de clausura, algunos de nosotros nos reíamos así:
Risas, abrazos y darse la enhorabuena unos a otros por ese hemos podido. Fotos. También fotos. Y un gran aplauso (casi en círculo) de esos de los actores una vez finalizada la representación (sin actuaciones pero con todos aguantando el tipo). La primera celebración del post-Cos casi de manera espotánea, pero con mucho cansancio a cuestas.
El día después era amorfo. Uno no sabría cómo referirse a ello. La extrañeza de no continuar con el ritmo Alto-Alto pero aún con tareas pendientes. Eso sí: llamadas e emails entre unos y otros para comprobar que seguíamos vivos y que eso era real. Eso: cerrar la novena edición de un festival que se consolida año tras año con cifras muy positivas y la presencia (siempre cándida y en casi todos los actos) de Ahmad al-Shahawi, el sonido de la lluvia en chino de Hu Xudong, el humor agudo y perspicaz de Jorge Fondebrider, la sonrisa permanente de Antonio Miranda, el Milán y los patios de infancia de Milo de Angelis, el entusiasmo de bailautor de Javier Álvarez, un jovencísimo (y profesional) Alberto Ballesteros, la pinta de tipo duro de Paul Viejo, las anécdotas de Jesús Aguado, la voz encandiladora de Roberto Loya, la niña (de rojo y con el bolso a cuestas) Juana Castro, la seguridad rotunda de Sara Mesa, el sentimiento contenido en los largos poemas de Carmen Garrido... Recordamos las particularidades de todos ellos y los pensamos, al igual que a Pablo García Baena, siempre muchacho, casi siempre entre el público, sigiloso, que recibía el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca justo el día después.
Fotografía de Lola Araque
La grieta de Orive persiste, un tanto melancólica, porque... tenemos tantas historias y anécdotas (de las que se pueden y no se pueden contar). Nos-tal-gia-cós-mi-ca, aunque la poesía siempre se queda (en los ojos, entre los dientes, en el asfalto, colgando de los árboles, en los balcones, en versos sueltos en un cuaderno...), que Córdoba, en el cos o en el post, siempre será el hogar del hombre del paraguas. Gracias a todos por vuestro apoyo y compromiso una vez más. Porque creéis, nosotros creemos, seguimos y trabajamos trabajamos trabajamos trabajamos... hasta la extenuación.
Cerramos el Cosmocuaderno... hasta el año que viene. Nos seguiréis encontrando en las redes.
Pálida señorita del paraguas se despide, justo ahora que regresan las lluvias. Entre versos, prisas y palidez, el resguardo de este paraguas y el mejor calor de hogar, el del Cosmoequipo. Continúo pálida y llevo un paraguas -y unos cuantos poemas de Pere Gimferrer- en el bolso... Nunca se sabe.
Magnífico trabajo pálida señorita, gracias por mantener la cosmo virtual tan activa para que nadie, por lejos que estuviera, se perdiera nada.
ResponderEliminarHasta la próxima
Enhorabuena y... ¡¡Gracias!!
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