Tras sus versos, mucho cine,
muchas películas de cine negro de los años 30-40. Y su predilección por las
historias de gánsteres, con sus pistolas, sus zapatos de charol y el tabaco rubio. “Elegía”, de Pere Gimferrer,
poema incluido en “La muerte en Beverly Hills” (1967) como precedente de “South
Wabash Avenue”, de Luis Alberto de Cuenca. Ambos (estos dos poemas) veían la
luz en los apenas veintipocos de sus
autores y ambos (poetas) asistían como invitados al taller de poesía de Eduardo
García cuarenta años más tarde para reavivar estos versos de gánsteres, dolor
(oculto) y muerte.
Pere Gimferrer en el taller de poesía de Eduardo García
Fotografía de Lola Araque
Gimferrer, que no ha estado nunca
y puede que no lo llegue a estar en Beverly Hills, teje el poema con
yuxtaposiciones de imágenes, -de ninguna
película en concreto, precisa- cinematográficas todas, y distintos
tonos, recurriendo a la cursiva y la rima para emular una mala traducción de
alguna canción de habla inglesa. Apenas cinco años más tarde, Luis Alberto de
Cuenca, cuya película favorita es Scarface,
retoma esta presencia femenina (y mortal) que deambula por la ciudad en “South
Wabash Avenue” y, de nuevo, alusiones cinematográficas o pictóricas, para que
imaginemos el mundo en el que nos adentramos, y detalles sádicos de gánster. A
su vez (y esto lo desconocíamos), una pérdida: la de la mujer amada, Mª Rosa en
el caso de Pere Gimferrer y Rita (una
mujer pálida, muy blanca y de ojos casi transparentes), en el de Luis
Alberto de Cuenca.
De la torrencialidad, en el caso
de Gimferrer, a la síntesis epigramática de Luis Alberto de Cuenca y sus
finales sorpresivos, las referencias cinematográficas y esa predilección por
los gánsteres en algunos poemas. Aceptaron el reto de participar en una sesión
del taller de poesía para, cada uno a su manera, ahondar en los entresijos de
sus poemas y hablarnos de sus maestros. Luis
Alberto de Cuenca insistió en que “Si los poemas no tienen una verdad
personal, es mejor no escribirlos”. Nos habló de los poemas simplemente
correctos, de encargo, y de los que verdaderamente laten por las historias que
concentran (escondidas), para sentenciar finalmente: “El ejercicio de la
literatura es vano, inútil, si no va acompañado de emoción personal”.
Luis Alberto de Cuenca. Fotografía de Lola Araque
Por su parte, Pere Gimferrer nos advirtió que el verso
libre a menudo es una mezcla de heptasílabos, endecasílabos y alejandrinos, y
de la importancia de leer en varias lenguas -la poesía no puede ser traducida-, así como de lo imprescindible de
Góngora y Rubén Darío. Nos recomendó tremendamente la lectura de Ensayos de poética, de Roman Jakobson,
y, lo más importante, nos reveló que “La poesía puede decir cosas imposibles,
pero jamás cosas no visualizables”.
Ahí estaban, a este lado de los
ventanales del Palacio de Orive, Pere Gimferrer y Luis Alberto de Cuenca, con
versos entre las manos, recordando lecturas y rememorando esos gánsteres de los
poemas de los veintitantos.
Pálida señorita del paraguas
PD: En realidad, también pasó que
pálida señorita del paraguas se
encontró con su creador, esto es, con el autor del verso que le ha atribuido
tal personalidad y le temblaron las piernas. A su vez, conoció a la increíble
mujer que acompaña al creador de pálida
señorita del paraguas, Cuca. Incluso, se colocó entre ambos en una foto.
Puede que ya sea hora de que mostremos el poema que habla de la pálida señorita…
No hay comentarios:
Publicar un comentario
En el Cosmos faltaba decir...