viernes, 28 de septiembre de 2012

Otoño artificial en primavera (o al revés)

La lluvia nos vuelve sensibles a la primavera, más aún sin andamos tras los pasos del hombre del paraguas para llegar un jueves 27 de septiembre -20h- a la Sala Orive para descubrir una voz muy joven y muy sólida, por su imaginario particular. “Clima artificial de primavera” (La Bella Varsovia, 2012) reúne “esa temperatura que es necesaria en cualquier libro”, según precisaba Pablo García Baena en la cariñosa presentación de este libro, que contiene parte de su espíritu a través de un premio, pues Ignacio Vleming, su autor, madrileño del 81, se ha alzado con el V Premio Pablo García Baena.

 Pablo García Baena e Ignacio Vleming. Fotografía: Lola Araque

“El libro es una habitación con vistas”, sentencia después García Baena, y apela a las referencias de su autor y a la inocultable pasión de este por el voyeurismo de la vida corriente. Sí, quizás lo mejor fueron las vistas, es decir, que Ignacio Vleming se empeñara, con esa voz suya tan embriagadora, en mostrarnos las imágenes que se esconden tras sus poemas, tan llenos de ventanas y escaparates a edificios y vidas ajenas, artificialmente bellas. Observamos el edificio Casablanca, en Lavapiés, un Renoir, adquirido por una ancianita en un rastrillo hace unos meses, collages… porque “de pronto, llueve un día dentro del cuadro”, que diría Vleming, y advertimos que, en efecto, escribimos más con manos que con ojos.

Pero para hablar de “Clima artificial de primavera”, hay que comenzar por el Edificio Capitol, el primero de España en contar con máquinas de aire acondicionado, y el descubrimiento de una cita – “(…) mantener el ambiente en el llamado clima artificial de primavera”- que daría paso a un poemario por escribir.
 Pablo García Baena, Elena Medel (La Bella Varsovia) e Ignacio Vleming. 
Fotografía de Lola Araque

En la Sala Orive (“es el sitio más bonito en el que he recitado”, confesaba Vleming), entre estaciones confusas (¿otoño? ¿primavera? ¿invierno?), pasó la historia de unos zapatos viejos, la felicidad congelada, en forma de flores de plástico, la nostalgia de los viajes y luego correr a prisa entre la lluvia para llegar lo menos tarde posible a una mesa redonda, rústica, en El Churrasco y hablar de la belleza, el desamor, el cine o el destino, con algo de vino en los labios y un compañero de ceremonia, Manuel Lamarca, que andaba a la caza de la poesía desnuda por los paisajes (interiores) de su Córdoba natal.

“Todo cambiará excepto la eterna primavera”, escribe Vleming. Resulta muy cierto (o muy oportuno) hablar de la artificialidad de la primavera en un otoño lluvioso (y cósmico), o quizás al revés. En sí, hablar de lo de adentro a través de lo de afuera. “Es casi un clima artificial de invierno el que hay aquí dentro”, comentaba Vleming en la Sala Orive, y su primavera se nos quedaba prendida en los ojos, un tanto invernales.

Pálida señorita del paraguas

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